En un tren secuestraron a mi niña, de mis brazos me la
robaron,
mientras me desvanecía , recuerdo cómo Lucía luchaba, cómo
gritaba, cómo mordía y arañaba… pero todo en vano, se la llevaron.
Pasaron muchos años de aquello y hubo cambios
trascendentales en mi vida.
Volvía a estar en un vagón,
el traqueteo del tren me relajaba,
junto a mi una chica dormitaba.
Pensé que mi hija perdida tendría una edad parecida; unos
treinta y pocos años, calculé.
El viaje era largo, estaba cansada,
se revolvía a menudo, soñaba agitada.
Terminó acomodada sobre mi hombro.
Murmuraba intranquila y me entraron ganas de acariciar su cabeza,
Cuando puse mi mano ligera sobre su cabeza, se fue aquietando.
Al rato despertó, “o casi” –pensé-
me miró fijamente y se abrazó fuerte a mi sollozando. ¡Por fin te he encontrado! – me dijo-
Esperé a que tomara consciencia total y con una sonrisa le
contesté:
estabas soñando, te equivocas, me llamo Aurora
Me miró fijamente antes de responderme
convencida:
tu eres mi padre,aunque ahora seas mujer,
los olores de las personas queridas,
no se olvidan nunca.
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