miércoles, 16 de octubre de 2013

Paso de cebra


Un domingo cualquiera por la mañana.

Llego a un paso de cebra con semáforo,
está en rojo,
miro a izquierda y derecha,
no hay ningún coche a la vista,
cruzo la calle sin pisar las rayas blancas ni esperar a que se ponga "en verde".

Los niños preguntan por qué paso sin esperar la señal y los padres recriminan mi conducta.
En la acera ellos, todos con deportivas y chándales, esperan a que el semáforo les de permiso para pasar, luce el verde y empiezan a cruzar.
Los niños han oído que a las cebras no les gusta que les pisen las rayas blancas y no lo hacen ellos, ni dejan que lo hagan sus padres. Pisan las negras y cuando van por la mitad, alguien pisa una raya blanca y … todos caen; de inmediato son tragados por el asfalto y desaparecen. Era una trampa.
Antes de perderse en las profundidades, algunos consiguen agarrarse a los bordes de las rayas blancas; solo se ven sus manos, pero por poco tiempo. Las rayas blancas se cierran de golpe y después de un chasquido quedan unos dedos cortados en la calzada.
Las gaviotas -que sobrevuelan las calles los domingos por la mañana- se llevan los dedos para dárselos de comer a sus pollos.

Luego pasa la máquina limpiacalles y allí parece que no ha pasado nada.

Al poco el semáforo vuelve a estar en rojo. Más padres con sus niños en deportivas se paran cívicamente esperando a que el semáforo se ponga en verde.





                                                          Fotografía de Mikel Barrero